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La gastronomía local merece un capítulo aparte, destacando el curioso pastel Cholera, una receta histórica de verduras y frutas que sorprende por su gran sabor exquisito. Tampoco puede faltar una buena Raclette del Valais, queso fundido al fuego servido con patatas y pepinillos, el plato ideal para recuperar fuerzas tras el caminar.

El interior de una de las cabañas que utilizaban los vecinos de estos pueblos de montaña hace poco menos de un siglo. Hechas de madera, en su interior vivían varias familias, en el piso de arriba, porque el de abajo estaba reservado para los animales.

Bettmeralp destaca por sus casas de madera oscura y su icónica capilla blanca, imagen de postal que se graba en la retina.

Tres pueblos suizos de cuento vigilan la ladera bajo el glaciar: Riederalp, Bettmeralp y Fiescheralp.

El sistema de buzones suizo para los pueblos de los Alpes es cuanto menos curioso. Mediante un carril de elevación vertical, los buzones son siempre accesibles, incluso en pleno invierno con más de un metro de nieve.

Desde allí arriba también aparecen ante los ojos de los montañeros los picos más famosos: el Eiger, el Mönch, el Jungfrau y el gran Matterhorn.
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